miércoles, 6 de agosto de 2008
Castros en los Valles de Leyenda
La obra de Florentino Agustín Díez, "Valles de Leyenda", recoge algunos relatos acerca del pasado de Laciana que merecen ser recordados. Uno de sus relatos recoge la presencia de castros en el territorio lacianiego, narrados como sigue:
"[...]En Laciana hubo un Castro-rey, la Zamora, y allí se alza su asiento preeminente. De la Zamora, partía, tajado en la dura roca, el legendario camino astur de la Serrantina. La tradición cuenta que aquello de la Zamora fue un castillo y había un túnel tapiado por el que sus antiguos moradores salían a surtirse de agua en el río. En efecto, desde el castro hasta el río que pasa muy hondo lamiendo la base del cerro, bajaba un conducto, un canalito oculto, bien construido en piedra, que se descubre intacto en alguna de sus partes; un carril sterrado por donde lo smoradores del castro deslizaban sus vasijas, sujetas a sus cuerdas, para alcanzar y subir el agua que necesitaban. El Castro-rey de la Zamora que no tiene nada que ver con la general leyenda mora de las creencias vulgares, aunque enterradas sus ruinas y fundamentos, desde la acrópolis hasta los talides, muros y fosos de defensa, y los habitáculos de sus gentes, permanece intacto, esperando la inteligente mano exploradora que ponga de manifiesto toda su importancia. Mirando hacia los barrios de Sosas, de cara al Noroeste, están las ruinas del caserío, las chozas circulares, testigos mudos pero elocuentes de lo que allí registró la empinada y difícil existencia de los remotos antepasados. Cuando un día las gentes de la Zamora se vieron forzadas a descender del culmen milenario, sembraron el valle de mínimos poblados, que después y ahora son aldeas y villas florecientes.
Abajo, en morros que avanzan sobre el río, están los tesos y sultesos y está el Castro de las Muelas, o como allí se dice, las Muelas del Castro. Un poblado mínimo, amurallado por las laderas que dan al viejo camino y al arroyo de las Galianas, en las faldas bajas del Cueto Nidio. Por arriba, el castrillón con su cabeza gruesa y ovalada y su largo espigón, todo ello construido de lajas de piedra bien arremetidas y compuestas, que era una defensa artificial del castro sobre el vado por donde usbía el camino que desde Rioscuro venía. Al lado del castrillón, los hornos, aún vivos en los troncos de roble calcinados y no lejos, las chozas redondas y los molinos de mano - las muelas- donde las gentes del castro molían la bellota para calbar el hambre voraz; fíbulas y cerámicas con ímbrices y ganchos y agujas de hierro.
Más castros en la comarca. No olvidemos el de Villaseca, cuyas peñas resquebrajadas por el aquel de las minas, tuvieron que ser amarradas con fortísimos cinchos de hierro para evitar que el castro, con todo su mito, se derrumbara sobre una parte del pueblo.
Por el lado de los Rabanales quedan el Castro Nuevo y el Castro Viejo; el primero, partido graciosamente en dos por una hondonada que llaman el Cavén y allí una ermita a la Virgen de Guadalupe. Muy cerca, en Llamas, las Coronas de Tardepanes,... En Caboalles de Abajo, la Cruz del Castro y más arriba los Prados del Castro, cerca de la braña de Valdepita. Y todavía otros, muy atrincherados, por las cercanías del Puerto de Leitariegos [...]"
"[...] en este juego dramático de las ambiciones romanas del oro, estuvo muy presente Laciana, su población astur, con su sangre esclavizada, aunque sin sofocar jamás el odio al invasor, conocedora de los venero áureos y su elemental extracción, que los romanos no despreciarían en absoluto. Recordemos os testimonios de las grandes excavaciones o médulas de la braña de Rabanal de Abajo, sin olvidar tampoco algún topónimo expresivo, como su Campo de la Escrita, losa punzada de textos mineros que existe, según noticia de Juan Uría y que es preciso reencontrar. También el término Aguadurria o arroyo de Urria que arrastraba escombros de la citada médula lacianiega. También, finalmente, la layenda dorada del río Sil, el de las pepitas de oro... de aquella denominación romana restan otros elocuentes testimonios, como el ara de San Miguel de Laciana, dedicada a un dios indígena, Craro deidad astur, romanizada en el latín de su leyenda votiva.
[...] La Serrantina sería entonces vía astur, vía de astures entre castros y castriechos, alzada y extendida sobre las cordilleras, libre y desembarazada de toda opresión externa[...]"
Este texto recoge lo que muchos lacianiegos conocen, la existencia de una gran cantidad de castros en Laciana. Sin embargo, la esperanza depositada por el autor en que fuesen objeto de estudio aún no han sido posibles. El abandono insitucional y cultural al que están sometidos los castros (y con ellos la gran cantidad de yacimientos arqueológicos y monumentos patrimoniales de Laciana) es lamentable. Es seguro que muchos yacimientos han sido ya destruidos o desmantelados, tanto por la minería a cielo abierto como por el "robo" de piedras por parte de algunas personas para "construir" cerraos en los praos. La presencia de nuestros ancestros en el Valle, que se manifiesta en los restos de sus poblados, sus aras votivas, sarcófagos, inscripciones, minas, etc. merecería una mayor atención por nuestra parte. Esperemos que el futuro permita la investigación de nuestros antepasados y la puesta en valor de estos yacimientos, para que los lacianiegos y los no lacianiegos podamos disfrutar del conocimiento de nuestro patrimonio.
Etiquetas:
Cultura Castreña,
historia de Laciana,
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