domingo, 9 de noviembre de 2008

Leyenda de D.Alvaro Buelta, Caballero de Laciana. Parte IV

... "E fue voluntad de Dios que el Rey firmara aquel Viernes Santo que llaman de Indulgencia, que fue a veinte e siete dias de marzo, año del nascimiento de Nuestro Señor Jesu Cristo de Mil e Trescientos e Cincuenta.
E fue hecho por el rey Don Alfonso muy grand llanto de todos los suyos e muy grand sentimiento de la su muerte, e con razón, ca es verdad que fuera muy honrada en su tiempo la corona de Castilla e de León por él".

El cadáver del rey partió, a hombros de una gran comitiva, camino de Sevilla. El nuevo Capitán (Don Gonzalo Martínez de Oviedo había sido ejecutado tiempo atrás) ordenó que el campamento real quedase sosegado y nadie partiese de allí en tanto no se ordenase lo contrario. Y los moros que estaban en la villa de Gibraltar, salieron fuera y estuvieron muy quedos, no consintiendo que nadie saliera a pelear. Solo miraron cómo partían los cristianos y dijeron entre sí que, aquél dia había muerto un noble rey, un gran Príncipe del Mundo gracias al cual no sólo los cristianos fueron honrados, sino que también lo fueron los caballeros moros que contra él lucharon.
Aquel mismo año, Alvaro Buelta retornó a las montañas de León. Casó con una doncella de Orallo, hija única, con la cual tuvo tres hijos y tres hijas.
En la fachada de su casa plantó un escudo de piedra donde se veía un cielo estrellado y, debajo, un río y un puente. Y, sobre el puente, un letrero que, de derecha a izquierda rezaba: "Buelta, Buelta".

Desde entonces, sus herederos conservaron el apellido Buelta otorgado por el rey Don Alfonso el Onceno.
Entre el linaje de aquel primer Buelta legendario, hubo gente de todo tipo y condición. Algunos Buelta honraron grandemente al Concejo de Laciana, siendo jueces del mismo. Otros, sin embargo, vendieron estas tierras a los ambiciosos condes de Luna. Pero esas ya son historias para mejor ocasión.
Este relato está basado en la "Crónica del Rey Don Pedro", del Canciller Pedro López de Ayala. Todos los personajes, lugares y acontecimientos son rigurosamente históricos, a excepción de su protagonista, de quien sólo se conoce una leyenda jamás ubicada.

Publicado en "El Calecho" nº2 Otoño de 1983

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